Hoy
en día la globalización pone a nuestro alcance productos provenientes de los
lugares más remotos, a los que no hubiéramos tenido acceso en el pasado.
Actualmente es fácil encontrar carne argentina, vino francés y quesos suizos en
los supermercados mexicanos. En esta tierra del cacao, muchos de los chocolates
que se venden son belgas. Sin embargo hasta hace poco nos detuvimos a pensar en
las consecuencias de producir algo y venderlo al otro lado del mundo. Así
surgió el concepto del consumo local.
La
idea es sencilla: comprar productos cosechados o elaborados lo más cerca
posible del lugar donde se venden y a la vez de donde vives. Aunque abarca toda
clase de cosas, el consumo local de alimentos es el que más hace la diferencia.
Naturalmente esto tiene sus limitaciones, sobre todo para aquellos que vivimos
en la ciudad, porque no tenemos granjas o huertos a la vuelta. Además muchas
veces lo extranjero parece más atractivo por diversas razones. Sin embargo vale
la pena probar productos locales.
Para
empezar, al hacer esto estarás contribuyendo a la economía local y a la
autosustentabilidad del lugar; pero lo que más nos atañe en este blog es el
impacto que esto causa en el ambiente. En primer lugar los alimentos que vienen
de fuera tardan más tiempo en llegar de su punto de origen al lugar de venta,
lo que significa que necesita más conservadores y por lo tanto se utiliza una
mayor cantidad de productos químicos en su procesamiento. En segundo lugar,
cuando un alimento va a transportarse, usualmente requiere un empaque más
seguro y elaborado. A veces incluso hacen falta dobles envolturas para que los
productos resistan el traslado. Esto se traduce en un gasto energético y de
materiales para crear estos empaques, que además acabarán convirtiéndose en
basura.
En tercer lugar, el transporte de
estos productos en sí conlleva una utilización de combustibles fósiles, que
aumenta entre más lejos sea. Esto contribuye al calentamiento global y al
agotamiento de recursos. El profesor Tim Lang, de la City University de
Londres, acuñó el término Food Miles,
que hace referencia a la distancia que recorre la comida desde su lugar de
producción hasta el de consumo; éste se usa para estudiar el impacto ambiental
que tiene el transporte de alimentos en todo el mundo. En los estudios se toman
en cuenta tanto la distancia como el tipo de transporte, además de otros
recursos necesarios para llevar a cabo el traslado. Incluso se considera si los
productos se venden en lugares a los que los compradores pueden llegar a pie o
en bicicleta, o si es necesario usar un automóvil.
Te
invito a que te unas a este esfuerzo y compres la mayor cantidad de productos
locales en tiendas, mercados y tianguis ubicados cerca de tu hogar. No sólo me
refiero a cereales, frutas y verduras; también ayuda comprar alimentos
elaborados como lácteos, pan y enlatados. Además si tomamos en cuenta el
impacto negativo que implica cualquier transportación innecesaria, la adquisición
de todo producto local en lugar de uno foráneo trae beneficios; esto incluye
ropa, maquillajes, productos de cuidado personal y para el hogar, etc. Cuando
compres cualquier cosa, averigua de dónde proviene y si existe una versión
local, elígela por encima de otras que vengan de más lejos.
Recuerda, entre más cerca se haya
originado el producto, mejor. Si lo que buscas no se produce en tu zona, busca
que sea al menos de tu región. Si no, procura que sea del país o en el peor de
los casos del continente. No olvides que al momento de escoger tus productos
deber tomar en cuenta otras cosas, como si son biodegradables, libres de
crueldad animal o hechos con materiales reciclados. Pero cuando no tengas que
hacer estas consideraciones, no lo dudes, ¡ve por lo local!
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